Después de el día de descanso, nos encaminamos a la base del tronador. Teníamos los datos de los campings, hostels y demás porque yo le había pedido a mi papa que me averigüe desde la plata y me vaya pasando la info.
Acampamos en el camping pero tuvimos que alquilar una carpa, porque la nuestra se nos rompió en el intento. A esta altura ya estábamos derrochando plata a lo loco, porque las cosas eran mucho mas baratas de lo que teníamos planeado.
Después de almorzar unos sanguches de lomo completos, nos aventuramos a la excursión a los ventisqueros negros y la garganta del diablo. Según los papeles que teníamos (que los habíamos sacado de gendarmeria) era una excursión de 6 km a los ventisqueros y 8 km (osea 2 más) hasta la garganta, y tenia una duración de 5 a 6 horas.
Era realmente impresionante, por momentos el camino nos tapaba el cielo de arboles, y en los momentos en los que se hacia un claro, sentíamos que teníamos la montaña muuucho mas cerca.
Seguimos caminando hasta la punta de la montaña, donde había una especie de cafe/bar donde vendían todas cosas ricas y calentitas, para el frío que hacía.
Primero terminamos de ir hasta la garganta del diablo, que consistía en una cascada que estaba escondida atrás de la montaña, pero desde la cual caía aguanieve, lo cual le daba un efecto cámara lenta muy lindo.
Cuando volvimos, nos compramos unos chocolates y unos cafecitos calientes, y empezamos a ver si alguna de las combis turísticas podían alcanzarnos hasta el camping. Ivan puso en practica sus conocimientos de ingles, y le pregunto a una combie privada de extranjeros, que al conductor no le gusto mucho, pero los turistas no tuvieron mucho problema.
Una vez llegados al camping, preguntamos a la gente que mas podíamos hacer, el dueño del camping nos comento que había otra excursión, pero que no se podía hacer porque un deshielo muy grande habia destruido el puente que lo comunicaba, pero que se podía llegar hasta ese puente y estaba bueno ver las ruinas del circuito.
Aburridos porque no había mucho mas para ver, agarramos los troncos que pudimos (el deshielo había sido en el 2007 o 2009 y los troncos estaban perfectos para hacer un fueguito) y nos volvimos. En el camino agarramos, también, una especie de musgo o planta que parecía ser una plaga que se alimenta de la energía de los arboles, pero que habíamos descubierto que eran inflamables.
Para la hora que volvimos la gente del camping había soltado a los caballos, y en uno de los últimos tramos de camino, nos los cruzamos. Eran como 15 caballos, sueltos, comiendo pastito, que al vernos llenos de palos y plantitas verdes, se quedaron todos quietos y nos empezaron a seguir con la mirada, aparentemente con bastante miedo. Tanto así, que a Ivan le agarro un miedo de que alguno se retobe, y salgan todos corriendo y nos pasen por arriba (porque el sendero era finito, y no había mucho espacio para salir corriendo).
Llegamos al camping tranquilos, y nos hicimos una sopita para cenar, nos bañamos, y jugamos a las cartas y al 10.000 en el barcito, hasta no muy tarde porque teníamos planeado al día siguiente subir al glaciar, y nos fuimos a dormir
